Lorca y el Tiempo

#tiempo | ensayo | Fabiola Eme

Premoniciones lorquianas

Lorca terminó de escribir Así que pasen cinco años el 19 de agosto de 1931. Cinco años (y un día) antes de morir. Los elementos premonitorios en esta obra se extienden más allá de la coincidencia de fechas con el título. Dentro de cuatro o cinco años existe un pozo en el que caeremos todos, escribió como en una inquietante predicción sobre el estallido de la Guerra Civil y sobre su propia muerte. En la parte final, el personaje principal se pone a jugar a las cartas con tres hombres que le obligan a perder el juego (y la vida) al pedirle que entregue ‘la carta del corazón’. Lo matan con una pistola que le dispara una flecha en el pecho, y la imagen nos llega casi como un eco de la misma forma en que tras de ser detenido por tres hombres, fue fusilado. 

Para quienes sentimos pasión por las coincidencias y por los textos crípticos, analizar esta pieza puede resultar un ejercicio fascinante. Así que pasen cinco años, es una de las obras de teatro más enigmáticas de Federico García Lorca. Un misterio sobre el tiempo escrito en prosa y en verso, según él mismo. Un texto de misteriosa ambigüedad ya no solo por las mencionadas similitudes con la muerte del poeta, sino porque sus textos, bellos y perturbadores, encierran mensajes que recorren un extraño viaje por el tiempo para llegar hasta nuestros días, 89 años después, sin haber sido todavía totalmente descifrados.

En la aparente sencillez argumental centrada en la persecución del amor, se entrevé el hilo de un complejo entramado simbólico, construido a través de diálogos densos y crípticos que tienen como escenario un espacio-tiempo onírico, es decir, que todo lo que sucede en la obra se desarrolla en el plano de los sueños. Para realzar ese efecto, Lorca crea imágenes poéticas que busca transmitir no solo a través del lenguaje, sino también a través de la iluminación y de la escenografía, dejando detalladas anotaciones que apenas permiten la improvisación.

No tengo la intención de estrenarla, dijo el propio Lorca sobre esta obra que formaba parte de su ‘teatro imposible’ o ‘irrepresentable’. Y, en principio, también bastante incomprensible. Independientemente de la dificultad para llevar a escena una acción dramática que se desarrolla en un (i)realidad onírica, las situaciones incomprensibles y los diálogos sinestésicos contribuyen a dotar de complejidad a la pieza. 

Por todas estas características, he pensado que con Así que pasen cinco años se podría tener una especie de diálogo intratemporal e intertextual entre Lorca, Einstein, Freud y Borges, quien no negó su poca simpatía por el poeta granadino, catalogándolo como un poeta ‘menor’.

Lorca, ¿un poeta menor?

En nuestro Olimpo imaginario de héroes y heroínas artístico-literarios, nos gustaría que todos se llevaran bien, que compartieran mesa abrazados y unidos en una alegre melodía de borrachera intelectual. Pero, la verdad, es que en el fondo eso sería tremendamente aburrido. En el fondo, nos interesan las pequeñas desavenencias que surgen entre ellos y que suscitan toda clase de posicionamientos y de reflexiones, lo cual, al final, también nos enriquece. 

En una entrevista se le preguntó a Jorge Luis Borges si era verdad que había calificado a Federico García Lorca como un ‘poeta menor’. Yo no entiendo muy bien la poesía visual. No encuentro en la poesía de Lorca lo que espero encontrar en toda poesía, respondió el genio argentino, sin ánimo de retractarse pero tampoco dejando muy claro lo que quería decir. Toda crítica de Borges es un elogio, continuó el entrevistador, transformando la pregunta en un sincero interés por conocer las razones objetivas del mentado comentario.

Mi primer impulso fue pensar que quizá su ceguera le habría hecho procesar las imágenes poéticas de forma distinta (cosa que, reconozco, siempre me ha resultado fascinante: la manera en que las personas sin visión de nacimiento imaginan las cosas que no han visto), pero luego recordé que no siempre había sido invidente, es decir, perdió la vista de manera gradual, así que descarto una posible diferencia de percepción. 

Recuerdo entonces un análisis del teórico literario Jesús G. Maestro sobre la obra de Lorca y sobre su ‘falta de sentido’, y me parece intuir una pista para sostener (aunque no necesariamente compartir) la opinión de Borges. En su crítica, G. Maestro coloca la obra de Lorca dentro del Expresionismo, lo que significa que está conformada por palabras sometidas a un proceso de intensa expresión, frases abiertas a todo tipo de interpretaciones y sugerencias y, por lo tanto, que adquieren un sentido que deja de ser normativo y que comienza a ser cada vez más tautológico, es decir, que expresa siempre lo mismo, pero que además, lo expresa de una manera cuyas posibilidades interpretativas son tan amplias que muchas veces el resultado es una poesía que solamente entiende su propio autor. Es una poesía que tiende al autologismo, es decir, que utiliza expresiones que sólo pueden interpretarse desde el yo del poeta. 

El riesgo de este tipo de escritura es que el lector puede llegar a sentirse perdido, o que para comprender el texto necesite identificar todos los elementos que utiliza el autor para construir su propio sello personal. Lo cual efectivamente puede resultar interesante y atractivo, pero también extenuante si pensamos que obliga al lector a esforzarse por entender y a comprender toda la producción literaria como un todo y no como piezas independientes. En piezas como ésta o El Público, solo se puede entender a Lorca a través de Lorca, porque la norma de la literatura lorquiana es Lorca, el yo lorquiano.

Pero entonces ¿cómo es que (nos) gusta tanto la poesía de Lorca si, aparentemente, dice siempre lo mismo y además no la entendemos? 

Poeta de las sensaciones

La poesía siempre tiene algo que ver con la invocación, y en la poesía de Lorca aparecen otras voces, es estar en otro lugar. Para Jesús G. Maestro lo que sucede es que el lector experimenta una profunda emoción. Es una estimulación de la psicología individual, dice .

A partir de Poeta en Nueva York el expresionismo de Lorca dio lugar a un surrealismo que en Así que pasen cinco años se muestra como un mundo fragmentado, en donde el protagonista sufre diversos desdoblamientos, que no son otra cosa que las proyecciones freudianas del propio Lorca. Todo se desarrolla en la mente del Joven. Los diferentes personajes son proyecciones de él mismo que se encuentran en otras dimensiones tanto de espacio como de tiempo. Y el Joven no es más que es una figura autobiográfica en la que podemos descubrir las propias angustias y pesadillas del autor a través de todos los yoes o desdoblamientos psíquicos que surgen de la mente del protagonista y que, en el fondo, proyectan las ansias y temores que todos sentimos y con los que todos nos podemos identificar.

A lo mejor no hace falta que la poesía tenga ‘sentido’ para que algo suceda, para encontrar la verdad que subyace entre palabras. El mismo G. Maestro completa su teoría con la valoración de lo que nos aporta la lectura de la poesía lorquiana. En Lorca todo es una erotización de la virilidad radical, pero hizo con una sola idea (la idea del erotismo y del sexo) una literatura valiosa que, aunque es pobre en ideas, es muy rica en formas y manifestaciones formalizadas en materia del deseo sexual humano, que no es poco.

¿No es acaso el deseo erótico del ser humano, su principal motor? Puede ser que estemos hablando de textos densos e incomprensibles, pero también es verdad que consiguen hacernos entrar en el universo profundo de las emociones.

*(Espero que todavía sigan leyendo porque siento que estoy pegando un rollazo alucinante con todas mis obsesiones, así que, por favor, si alguien ha logrado llegar hasta aquí y todavía respira, que levante la mano o que mande un sticker).

Rupturas temporales

Pero el auténtico protagonista de Así que pasen cinco años es el Tiempo. Ya desde el título y subtítulo podemos intuirlo y lo constatamos apenas empezar, en el primer diálogo. 

«hay que recordar, pero recordar antes
[…] hay que recordar hacia mañana»

Más allá de las evidentes referencias filosóficas al tiempo; la multiplicidad de personalidades, así como los saltos temporales y la simultaneidad de situaciones me hace pensar que en Así que pasen cinco años hay una parte inspirada en la física cuántica. En esta pieza de Lorca en particular, es innegable la influencia de las corrientes de pensamiento que se difundían en la España de entonces, de las cuales las más importantes eran las que provenían de Einstein y Freud con la Teoría de la Relatividad y el Psicoanálisis, respectivamente.

Einstein trató de explicar su Teoría de la Relatividad general, que sostiene que el espacio-tiempo se dispone como una lámina de goma curvada por objetos masivos como el Sol. Cualquier cosa en las proximidades de un cuerpo masivo es atraída hacia él. La materia le dice al espacio-tiempo cómo curvarse, y ese espacio curvo le dice a la materia cómo moverse.

John Archibald Wheeler.
Físico estadounidense

Es muy probable que Lorca haya conocido personalmente a Einsten durante su visita a Madrid para explicar sus teorías, de las que, por cierto, se decía que nadie había entendido mucho, pero es un hecho tuvieron una gran influencia en la sociedad de entonces y, sobre todo, en la comunidad artística a la que pertenecían Lorca, Dalí y Buñuel. Paula Ortiz, directora de La Novia, adaptación de Bodas de Sangre en el cine, dice de Lorca que “su generación era absolutamente privilegiada y pudo permitirse una formación en humanidades y en artes pero, además, se les transmitió un espíritu cultural que no se ha repetido en España. Un librepensamiento de una libertad creativa, de una solidaridad y de un amor por lo humano que les permitía conectar con todo mundo desde lo más sofisticado, de manera que construían sus ideas ensamblándolas con la cultura popular, con lo más terrenal. Lo que entiende todo mundo en cualquier lugar. Lo verdaderamente popular, ‘de la gente’.

En Así que pasen cinco años se manifiesta el juego con el tiempo se manifiesta de distintas formas. Con los tiempos verbales en los diálogos, de modo que las emociones no siempre coinciden cronológicamente:

– «Te he querido, ¡amor! Te querré siempre»
– «¡Te quiero tanto!»

Con la inmovilidad temporal, propia de un sueño en el que sucede todo en un instante. Con la aparente construcción circular de situaciones que suceden simultáneamente, o con concepciones del tiempo distintas a lo común: de acuerdo a la propuesta del personaje del Viejo, no se debe medir el paso del tiempo con años, sino con otras formas menos usuales, como «nieves», «aires», «crepúsculos», «lunas», «rocas» o «nortes de nieve».

Rupturas de lenguaje

La Leyenda del tiempo significó una ruptura desde diversos puntos de vista. Uno de ellos en cuanto a introducir temas científicos como ya hemos visto, pero también porque supuso una apertura que permitió el surgimiento de un nuevo lenguaje simbólico que tomó como referencia las teorías del inconsciente en donde Freud explora la determinación sensible y conceptual de lo siniestro. Las Vanguardias proponían la destrucción de las manifestaciones artísticas del pasado para revelar el efecto estético de la parte oculta de la mente.

Aunque comúnmente no se incluye a Lorca dentro del movimiento Surrealista, lo cierto es que, al igual que Dalí y Buñuel, en su teatro imposible redefinió lo bello y lo sublime a partir de lo siniestro.

El simbolismo en la obra de Lorca tiene varias capas, donde la más profunda alude con toda seguridad a significados únicos para el propio autor. Pero también encontramos símbolos arquetípicos que podrían justificar su teórica pertenencia a la Masonería, como es el caso de la constante presencia de escaleras, espejos, el uso del color verde y muchos elementos más, para cuyo análisis haría falta un ensayo aparte.

Para terminar comparto una muestra de la estupendísima puesta en escena que hizo la compañía Atalaya, hace algunos años, de la obra que hemos comentado en este artículo, como referencia de la potencia visual y lingüística, así como del misterio onírico que encierran los textos de esta obra.

Y, finalmente, el verso más célebre de Así que pasen cinco años, filtrado en la cultura popular a través de La Leyenda del Tiempo, la increíblemente evocadora canción de Camarón de la Isla, cuya música se integra tan bien con el texto porque fue compuesta tomando en cuenta compases que el mismo Lorca menciona en su poesía.

El Sueño va sobre el Tiempo
flotando como un velero.
Nadie puede abrir semillas
en el corazón del Sueño.

(Se pone una careta de alegrísima expresión.)

¡Ay, cómo canta el alba! ¡Cómo canta!
¡Qué témpanos de hielo azul levanta!

(Se quita la careta.)

El Tiempo va sobre el Sueño
hundido hasta los cabellos.
Ayer y mañana comen
oscuras flores de duelo.

(Se pone una careta de expresión dormida.)

¡Ay, cómo canta la noche! ¡Cómo canta!
¡Qué espesura de anémonas levanta!

(Se la quita.)

Sobre la misma columna,
abrazados Sueño y Tiempo,
cruza el gemido del niño,
la lengua rota del viejo.

(Con una careta.)

¡Ay cómo canta el alba! ¡Cómo canta!

(Con la otra careta.)

¡Qué espesura de anémonas levanta!
Y si el Sueño finge muros
en la llanura del Tiempo,
el Tiempo le hace creer
que nace en aquel momento.
¡Ay, cómo canta la noche! ¡Cómo canta!
¡Qué témpanos de hielo azul levanta!

(Desde este momento se oirá en el fondo durante todo el acto, y con medidos intervalos, unas lejanas trompas graves de caza. Aparece una Muchacha vestida de negro, con túnica griega. Viene saltando con una guirnalda.)

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