“Veinte años desde el suicidio de uno de los pensadores más importantes del siglo XX. Para mi gusto el más grande. Autor que, paradójicamente, en su grandeza, fue también el más discreto en su trato con lo que hay de feudal en el mundo universitario. Incluso si se considera el cúmulo de genios reconocidos como filósofos de la diferencia, todos amigos de Deleuze: Foucault, Derrida, Lyotard. Veinte años que lo llevo leyendo y releyendo, todo gracias a un fortuito encuentro en una de esas caminatas por Viña del Mar cuando casi finalizaba mi primer año de filosofía con El Anti-Edipo. Occursus del cual fueron cómplices Adolfo y Lenin, no los dictadores, sino mis amigos y compañeros. Fue, sin saberlo, el mejor homenaje que podía hacerle al viejo Deleuze, pues justo en esos días se debatía entre seguir amarrado a las máquinas o decidirse a saltar al vacío.”
–Rodrigo Martínez, con quien mantuvimos una interesantísima charla para nuestro número sobre la FORMA: Deleuze, la Forma y su filosofía.